domingo, 21 de octubre de 2012

sin título

como Gustav, te hallamos divinidad.

Que pensarás tu peliroja, mujer de color suave y frío como la nieve; que meditarás cuando tu cuerpo alto y con finas curvas pasan por los ojos sedientos de una sociedad que sufre de gula. Me imagino tus gestos y las gafas invisibles que usas al desfilar por los pasillos de las facultades, de los teatros, o de los boulevard; transparentes pero fuertes fingiendo frialdad e indiferencia a las salivas que cuelgan de los ojos de hombres lobo. Pretendes o finges tras un disfraz que te compraron desde pequeña para poder salir a las calles de la ciudad, de la furia, del cinismo y los violadores. Se que tu sonrisa se oculta tras la seriedad teatralizada para no dar malas impresiones, y que debes acudir a la delicadeza de las palabras cuando un sujeto te subestima en los senderos de tu oficio.

Te siento callada, tímida a mi mirada, no quiero devorarte, no ahora, no de esa forma… quisiera tocar tus dedos con la delicadeza de tu real mirada, definirte lo que siento cuando tu presencia se impone como un espectro –silenciosa, misteriosa y encantadora- en la biblioteca, y aunque no te das cuenta, yo miro de manera imprevista tu surrealista cabello. Se que jamás recibirás un beso de mi parte… porque siempre andas pensando, y nosotros, los humanos que te deseamos sin correr las cortinas de tu voz y hallar el centro de tu real existencia, nos quedaremos aquí, deseosos, mendigando tras imaginarios, esperando por cual será tu nuevo disfraz.