Mientras
sus dedos se enredaban en su largo pelo, la blusa roja llamaba mis ojos.
Hablaba de métodos para leer la poesía, mis pensamientos solo trataban de no
olvidar el lindo escrito pronunciado minutos antes por un viejo sincero. Yo
solo quería saborear en el aire su sudor; ella insistía en relacionar el método
aristotélico en la crónica de algún polaco que reconoce cualquier periodista
con sentido “humano”… yo solo merodeaba en posibles caminos que podían tomar
sus dedos para deslizarse por las curvas de sus senos, senos pequeños, trigueños,
quizá rígidos, tal vez un poco caídos, con delgados pezones, color canela,
senos que solo mi imaginación podía dibujar… ¡que imagen podría hacerme! Su
blusa solo me permitía deslizarme en el tobogán que se delinea entre los senos
pequeños… no me importaban sus palabras, realmente parecían plásticas, tratando
de impresionar un público conmovido por intervenciones anteriores o quizá no…
pero en ese momento no me entretenían sus palabras, estaba atrapada en
descifrar cual seria su olor, el que pasa por su cuello y se desliza por sus
curvas y termina desesperado en donde todo ser quiere terminar llorando. Me
atrapaba su olor y el deseo de saber como tenía su sexo, ¿estará totalmente
desnudo? Y sería una tristeza si fuese así, ¿como no poder contrastar sus
labios con el color de su pelo?, ¿como no poder acariciarlos sin que la ternura
se presente a mi tacto?... ¡Oh desesperante pensamiento!... con cara atenta, o
la mimesis del escuchante, me inquietaban las figuras y texturas que podría
encontrar piernas arriba, solo me faltaba preguntar por el sabor, el deleite de
las lenguas sobre sus saladas fragancias, la pregunta aparecía cada vez mas
fuerte, gritando un duende en mi cabeza: solo quieres saber ¿a que sabrá su
vagina?.